22 nov 2014

Apología del Otoño parte.II

Yo lo decía y lo avisaba "En Apología del Otoño" vamos a comer de lujo" ¡y así fue! 

Cuando Olga y Patricia me pasaron el menú (para hacer las ilustraciones de la carta) que tenían preparado los chicos de La Cocina Palpita mis papilas gustativas empezaron a salirvar como locas: productos de temporada, alimentos de km. 0, verduras asadas con salsa romesco casera (boniatos, cebolla, zanahorias, cherrys de rama, setas...), surtidos de panes con mantequillas aromatizadas y diferentes hiervas silvestres, crema de calabaza con emmental y picatostes, alcachofas del prat confitadas en aceite de oliva, lomo a la sal con salsa de estragón, vasitos de yogur de payés con miel, nueces y frutos del bosque, fruta y...¡vino! ¡Casi nada!

“Que tu alimento sea tu mejor medicina y tu mejor medicina sea tu alimento” Hipócrates

La Cocina Palpita está comprometida con el medio ambiente y la sostenibilidad, apuestan por productos orgánicos y locales que responden al ritmo de las estaciones. Les gusta el placer del sabor ¡y yo lo corroboro! Sensibles y con pasión por los alimentos, nos fueron explicando todo lo que sabían sobre cada plato que ibamos a comer: sus propiedades nutritivas, la procedencia de aquellos ingredientes, la manera de trabajar el plato y lo que más me gustó...los alimentos y las energías.

"El pan nos hace feliz" decían. Y nos explicaron que el pan, el de toda la vida, nos transmitía todo el amor de aquel panadero que se había levantado a las cuatro de la madrugada para amasarlo con cariño en su obrador. "¡La alcachofa es amor!" nos contaban. Y es que la alcachofa y su caldo ayudan a eliminar y limpiar el higado de todas las toxinas de nuestro cuerpo así como el mal kalma y los malos rollos.

Todo estaba delicioso y en la cocina tan solo estaban Juliana, colombiana, y Mat, francés (aunque en eventos grandes son tropecientos). Comimos tanto y TAN bien que nos subieron los colores a las mejillas, estábamos tan a gusto en aquella mesa tan bien puesta que nos entró hasta sueño (¡y después tocaba hacer mi taller!). Así que para airearnos y coger energías (más aún) nos invitaron a tomarnos un té chai con leche en el exterior de la casa, con vistas al bosque y a un atardecer mágico.


Desde entonces, yo que soy adicta al chai cuando llega el frío, todas mis tazas de té me saben a Apología del Otoño, a Moeraki, a mágia...

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